jueves, 26 de mayo de 2011

ADIÓS A LA TRANQUILIDAD DE LOS PUEBLOS

       
           La calma añorada por la gente que vive en la ciudad, es la del sosiego de los que viven en los pueblos. Muchos, en cuanto tienen unos días libres abandonan las urbes para disfrutar de la tranquilidad placentera pueblerina. Los vemos en cuanto hay un puente de cómo se originan los colapsos en las autopistas por el éxodo de las masas buscando todos unos días de reposo y quietud dejando aparcado por un tiempo el ajetreo de la vida en la ciudad ya que en ciudades como esta de Madrid y sus circundantes poblaciones dormitorio en cuanto la gente se levanta comienzan las prisas. A todos parece que les falta tiempo. Desde antes del alba la gente corre porque temen llegar tarde al trabajo. No tienen tiempo para nada, se vive contra reloj para tal vez luego tener que pararse en uno de los muchos atascos en la carretera. Es así la vida en la ciudad.
Observo cuando estoy en nuestro pueblo de cómo Torredelcampo ha llegado a contagiarse. Pongo un ejemplo: Intento cruzar por un paso de peatones y allí estoy quieto esperando a que algunos de los vehículos que desfilan ante mí se percaten de mi presencia. Seguro que me ven y nos ven a los que allí estamos inmóviles aguardando a que algunos de los automovilistas cumpla la norma de seguridad vial, que es la de parar para que pasemos. Y nada, ninguno se detiene; ni te miran, todos parecen estar infectos por el virus de la prisa y circulan tratando de esconder su falta de educación vial haciéndose el “longui” al tiempo que observo en muchos, como sus caras –que la tienen- esbozan una descarada e irónica sonrisa como de triunfo. En muy pocas y contadas ocasiones, alguno me ha cedido el paso, posiblemente fuese muy cumplidor de la legislación vial, o puede que su educación ciudadana hubiera estado a la altura de las leyes de tráfico.
Sí, también en nuestro pueblo la gente tiene prisa y, ¿para qué?  Un día escribí algo acerca de las prisas y el tiempo:

...decimos, tengo que encontrar un poco de tiempo libre, pero en cuanto lo encontramos lo matamos. Preguntamos: ¡Que haces! Y de seguida contestamos: Mira, aquí matando el tiempo. Pero es el tiempo el que de forma inexorable e inapelable nos mata, y nos damos cuenta de ello y reflexionamos, cuando un ser muy querido  cancela la hipoteca de su vida, la cual hubiésemos querido prorrogar por más tiempo buscando y comprando hasta en mercados siderales si pudiéramos ése tiempo aunque fuese a un precio leonino para alargar su existencia, pero te dicen que le ha llegado su hora, se le ha acabado el tiempo.
Tiempo, tiempo, tiempo, pero... ¿Qué es el tiempo?

          Si nadie me lo pregunta lo sé. Si me lo preguntan y quiero explicarlo ya no lo sé.
San Agustín.

         A veces, como ahora, cuando estoy escribiendo renglones como estos, me refugio en los recuerdos de aquél pueblo, de aquél Torredelcampo de mi niñez, donde nadie tenia prisas e imperaba la quietud, la paz, y el sosiego, aunque esto último sé que no estaba afincado en muchos de los estómagos torrecampeños de aquellos tiempos. Era lo peor. 
         Todo ha cambiado. Todo lo cambia el tiempo,...  pero, ¿quién es el que se atreve a detenerlo?

Para terminar hago otra cita de alguien que escribió:

La vida es cuestión de vida; el tiempo es cuestión de tiempo. La vida dura un momento, el tiempo toda la vida.

2 comentarios:

  1. Esa tranquilidad de la que tú hablas, amigo Antero, no la viviremos jamás. Aquel silencio de la siesta en los tórridos veranos sólo interrumpido por la patada de una bestia en la cuadra o alguna ventosidad de alguno de los sesteantes. Ahora las siestas son ruidosas, bien por un tonto con el quad, la moto de turno o el trompo de un cabrón con su coche.

    El tiempo, amigo Antero, què es el tiempo. yo trato de explicarlo en este fandango este poemilla.

    Si el pasado ya pasó.
    ¿Qué es el tiempo, diga usted,
    si el futuro no llegó
    y el presente ya no es?

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  2. En mi primera publicación en este blog, hablo de los sonidos de aquél pueblo de entonces, nada comparable a los ruidos a los que tú haces referencia. En fin, estos son otros tiempos, y eso que el presente ya no es, y el futuro no llegó, tal y como tú dices... pero es que el pasado, a ver a quién se lo vendemos. Nadie nos cree.

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