miércoles, 5 de octubre de 2011

EL MULADAR O MULEAR

A últimos del mes de agosto, durante el mes de septiembre y parte de octubre, cuando las faenas agrícolas sufrían un paréntesis hasta que llegaban las primeras lluvias otoñales, en mis tiempos, se aprovechaba este periodo casi inactivo para: "sacar los muladares".
Es posible que muchos, sobre todo lo más jóvenes, no sepan lo que es un muladar, o como nosotros lo llamamos en nuestro pueblo: “mulear”. Bien, voy a tratar de explicarlo:
Antes, la basura no se recogía en bolsas ni se llevaba a los contenedores como ahora, sino que en cada casa en el corral existía un apartado donde se iba depositando toda la mugre que diariamente se generaba. La mayoría de las casas eran de labranza las cuales albergaban una cuadra para las caballerías, amén de la “injaera” que era el habitáculo para el cerdo al que nosotros en nuestro pueblo llamamos marrano. Bien, pues cuando se limpiaba la cuadra de estiércol, la “injaera” de las defecaciones del animal, y la suciedad recogida a diario en la casa junto con todos los desechos comestibles y otros no comestibles, todo ello, se depositaba en el muladar donde las gallinas daban buena cuenta. En conversaciones sobre este tema con algunas personas de mi edad y más mayores echan de menos aquellos huevos de las gallinas de antaño distinguiéndose con los de ahora por tener aquellos la yema de un color casi rojizo. Naturalmente que con tan ricos y variados manjares no era de extrañar. Su rojez y exquisitez dicen los más mayores que alcanzaban límites insospechados cuando no existían aún inodoros en las casas. No me extiendo más, cada cual que utilice su imaginación.     
Como digo todos los desperdicios se iban amontonando en el corral, y poco a poco con la lluvia y con los cambios de temperatura se iban apelmazando y descomponiendo, hasta que durante el tiempo que he señalado anteriormente se limpiaba, conocida esta limpieza por lo que ya he comentado antes que era: “sacar el mulear”.
Cuando ello ocurría se hacia a base de azadón, y con una espuerta se iba acarreando hasta el serón de la caballería que permanecía aparcada en la puerta de la casa. Este proceso por lo general duraba dos o tres días ya que esta basura se solía transportar hasta la tierra de cereal o a las olivas del dueño de la casa para que sirviera de abono.
Ni que decir tiene que los hedores que los vecinos tenían que soportar durante días eran nauseabundos y repugnantes, dado que su fragancia se expandía por toda la calle llegando su esencia a impregnar con el putrefacto olor incluso a toda la manzana. A veces estos olores se alargaban dado que cuando terminaba un vecino, al poco empezaba otro y los malos y vomitivos hedores eran pues continuados o alternos.
Ahora, a pocos metros de mi casa deposito la bolsa de basura en unas casetillas metálicas con una tapadera hermética y la siento caer en un recipiente profundo escondido en la tierra. Por la noche, los basureros por medio de aire comprimido todo el contenedor lo sacan a flote vertiendo su contenido de forma mecánica en el camión, y es que las ciencias adelantan que es una barbaridad.
No quería escribir temas tan repelentes, pero quiero dejar constancia por si las generaciones futuras se preguntasen alguna vez esto que yo hoy les aclaro. 
Esta basura a la que me he referido, era toda ella basura orgánica, que al fin y al cabo servia de nutrientes al olivar o al sembrado.  Hoy existe otra clase basura, supongo  pendiente de calificar ya que ni siquiera  está clasificada como inorgánica, es mucho peor, no hiede, no se  vierte al “mulear”, y no se puede percibir de manera precisa su pestilencia, son entre otros objetos de desecho: los banqueros, esos que en vez de meter la mano en la caja, sacan el dinero de forma legal pero inmoral a través de un acta en un consejo de mala administración, los políticos corruptos, y en fin, también entre otros muchos, toda aquella cohorte de apesebrados de distintos corrales y “muleares” que con la que se cae, encima defienden  todas las irregularidades que hacen estos hijos de la gran zorra (*) .
A ver cuando sacan este “mulear”. Que me avisen para estar prevenido, porque como decimos los torrecampeños: esto si que tiene que “goler”.

(*) Según sentencia reciente, la palabra zorra no es una ofensa. Tendrán pues que cambiar su significado en la RAE.

Tenéis que ver más, dijo uno de nuestro pueblo