sábado, 3 de agosto de 2013

LA FERIA DE AHORA

     
A mi amigo Julián Ruiz, paisano afincado también en tierra madrileña, que sé que busca el sosiego y el silencio en nuestro pueblo. 

        El día de Santa Ana, después de la procesión, de regreso a mi casa, pude observar otra procesión muy diferente. Grupos de jóvenes atendiendo tal vez un horario preconcebido, portando bolsas con bebidas, marchaban todos en una misma dirección hacia un punto en concreto, al meeting point del botellón. Cerca ya del parque, lo que antes eran grupos, se iban transformando en riadas que desembocaban como los ríos en la mar, pero esta vez convergían, no en el agua, sino que la marea humana se derramaba en el sitio donde el ruido era ensordecedor, mezclándose este gentío con otra muchedumbre ya instalada, y todo ello aderezado con el fragor estridente e infernal del chunda-chunda de la música. Ya en casa, aunque el estruendo por la distancia era más atenuado, aún así, los vasos en las estanterías tintineaban a los sones del pum-pum y del referido chunda-chunda.
         Estando en feria la gente tiene que divertirse y más aún los jóvenes. Lo sé, y es posible que la generación del botellón cuando sean mayores, esta práctica tan de moda hoy, nadie la utilice, aunque seguro estoy que será suplantada por otra más perversa, y añorarán esta forma de celebrar la feria, y recordarán la música que machacaba sus tímpanos, y también el rebujito, y el ron con coca-cola y el ballantey, y otras tantas bebidas que en su mezcla les hacían perder su personalidad. También sé que no todos los que participan en este evento consumen alcohol, porque los hay que beben solo refrescos; son los practicantes de botellón light, o botellón sin. Yo no estoy en contra de esta forma de relacionarse los jóvenes de hoy, porque con la que está cayendo es de suponer que esto lo hacen para ahorrar, ya que cualquier consumición en un local cualquiera arruinaría el presupuesto ya mermado de una gran mayoría, pero abogo porque tengan espacios reservados y sobre todo adecuados para estos fines
         Pensando en todo ello, aquella noche dando una vuelta por el ferial, recordé la feria de mis tiempos y después de tomarme el clásico café con churros, quise buscar a la animadora en el laberinto de mis recuerdos, y con tas buenas evocaciones ya avanzada la madrugada, siempre en compañía de mi mujer, nos marchamos a casa dando por finalizado un día de feria de los de ahora.  De camino, sin querer, vi de nuevo a los del botellón, calculo que había algunos miles, apiñados como las abejas en una colmena los cuales seguían con su desenfreno. En mi calle entre los coches varias de las partícipes, sin ningún pudor, perdida la decencia es de suponer por la bebida, efectuaban sus necesidades fisiológicas mas perentorias, y al advertir nuestra presencia siguieron entre risas ejecutando la faena sin llegar por ello a interrumpirla.
         A la mañana siguiente en mi calle y otras adyacentes se advertían las regueras de las aguas menores y algunos charcos pestilentes que invitaban al vómito entre un flamear de “klines” y otros elementos fruto de incontables incontinencias de todo tipo. Luego, vecinos voluntariosos con mangueras y escobas adecentaron la calle limpiando las indecencias del resultado de una noche calenturienta de apretones de todo tipo. Entonces me acordé de aquella otra feria de mi niñez donde se pregonaba el agua en botijos al grito de: ¡A gorda la “barrigá”!   
         Eran otros tiempos más difíciles, con más necesidades, pero nos sobraba aquello de lo que hoy se carece: la decencia, el pudor, el decoro, la dignidad, y... hasta la vergüenza. Pero no quiero enarbolar la pancarta de la razón porque hace mucho tiempo alguien dijo: Los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes.
Fin de la cita.      
          

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