sábado, 15 de marzo de 2014

LA PRIMAVERA, LAS GOLONDRINAS Y OTROS PÁJAROS.

El viento frío del invierno se va lentamente empujado por aquellos otros mas templados. La suave brisa de los atardeceres pregona la nueva estación entrante de la primavera abrazando a mi pueblo con el agradable aroma a campo, a hierba segada, a tierra arada, incluso me parece percibir a veces la agria esencia que desprende la leña de olivo recién podada. En este tiempo, a la hora en la que el astro rey se despide del día, los olivares se envuelven entre sombras mientras que el humo de los chiscos ya agonizantes por la quema del ramón se derraman por las cañadas vistiendo los atardeceres al campo con un espeso halo de misterio.     
Atrás se ha quedado este lluvioso y crudo invierno de aguaceros, de brumas “meonas”, de fatigas y batallas aceituneras entre el barro. Pero volverá otro año más; dicen los expertos que con más virulencia aún, todo al parecer, como consecuencia entre otras cosas del calentamiento global del planeta.
Nada es como antes. Hecho de menos aquellas borrascas que anunciaba Mariano Medina con el puntero en la televisión, que duraban meses. Entonces el agua caía del cielo mansamente como la de una regadera, y así, la tierra, cual si fuese una esponja la iba empapando lentamente sin escupirla. Ahora ocurre que rápidamente se desliza por su superficie formando arroyuelos que arrastran la tierra de labor, y estos a su vez se convierten en profundos torrentes que remolcan todo a su paso hasta encontrar el arroyo, originando por ello grandes destrozos en los olivares mientras que el paisaje se va transformando con profundas cicatrices que no son otras que las hendeduras de los aluviones. Algo debe de estar pasando que no llego a entender, pero de lo que si estoy convencido es de que la mano del hombre está por medio. Ahora, a algunas borrascas la llaman ciclogénesis explosivas, y así, entre isobaras, bajas presiones, frente cálido, frente frío, y tantos anticiclones situados siempre por las Azores, estoy deseando este año que vuelvan cuanto antes las oscuras golondrinas de Bécquer.
Sí, estoy deseando volver a oír otro año más los trinos de las golondrinas, esos gorjeos dulces y alegres que nos anuncian la primavera. Aquí, en mi lugar de residencia madrileña ya llevo varias semanas oyendo la bella flauta del mirlo que año tras año fiel a su cita en un parquecillo cercano me tiene acostumbrado, de modo que su bella sinfonía me alegra el despertar y llegado el atardecer también acostumbra a despedirse con sus alegres canturreos.      
Me imagino que el campo de nuestro pueblo en estos días cara a la primavera el sonido más característico será el de los millares de chamarines o verderones que pueblan nuestros olivares alegrando nuestros campos con sus dulces sonidos, nada comparado con los graznidos tan desagradables que producen los estorninos, esos pájaros negros que tanto proliferan en nuestro pueblo que se reúnen en grupos formando bandadas y que pululan por nuestros tejados silbando de forma descarada soltando deposiciones tan negras como las aceitunas que embuchan y que para más detalles son extremadamente corrosivas. Pájaros negros, pájaros de mal agüero que diezman nuestros olivares y para colmo nos salpican con sus excrementos.
La vida cotidiana también está llena de pájaros, de otros pájaros de rapiña que los medios de comunicación difunden a diario. Al principio esto llegó a ser noticia, pero hoy lamentablemente nos hemos acostumbrado a los graznidos diarios de estos buitres carroñeros, que todos, absolutamente todos antes de ser encerrados en sus jaulas dicen ser pajarillos inocentes. De lo que sí estoy seguro es que salvo rara avis, estos “pájaros” que entrecomillo son todas especies protegidas.
Por eso quiero desdeñar a tantas aves carroñeras y quedarme con las golondrinas, las de las azuladas plumas que como siempre en primavera y hasta el otoño, estarán entre nosotros revoloteando por entre los atrojes, entre las cajas de medir fanegas, como dice la letra de la canción de Manolo García: Rosa de Alejandria.
Y es que la primavera está al caer, pues veo en los jardines las flores rosadas de los melocotoneros, los rosales apuntando nuevos y tiernos retallos y en los arriates los lirios ya encendidos. Cualquier día veré de nuevo a las oscuras golondrinas. No tardarán en llegar.