domingo, 26 de diciembre de 2010

NUESTROS CINES

                                        


                                         La platea o patio de butacas del cine Rialto durante algún acto celebrado. No se deja ver el "gallinero". 



  NUESTROS CINES                                                       

         Llegado el verano en nuestro pueblo era una gozada ir al cine y disfrutar del fresquito de la noche mientras se contemplaba una película, pero tristemente los cines han desaparecido, como también desaparecieron esos cines de barrio en ciudades como aquí en Madrid, algunos de ellos piperos pero entrañables con olor a perfume de pino que el acomodador esparcía con un pulverizador por la sala. Todos tristemente han perecido para hacer hueco a los multicines.     
Recordando los cines de nuestro pueblo podía pasar de largo y nombrar cualquiera de ellos para no extenderme tanto, pero seria traicionar a mi memoria y la de muchos como yo que pueden que lo recuerden, ni tampoco hacerle un corte a la cinta como antes los de la censura. Pero si alguien no recuerda como eran nuestros cines de entonces le aconsejo primero que vean la película Cinema Paradiso, una verdadera joya que ganó un oscar a la mejor película extranjera. En ella queda reflejado lo que era un cine en un pueblo con personajes incluidos.
La primera vez que yo fui al cine fue en la calle Las Cruces. Allí quedé fascinado al ver las imágenes en movimiento. El cuento de Blanca Nieves fue la primera película que yo vi en ese cine improvisado que  recuerdo como algo difuso por el paso del tiempo. Más tarde otro el cual su existencia fue bastante corta, improvisado asimismo y cuya construcción era de “teja vana” estaba en la calle Aguilar. Allí pude ver La Duquesa de Benamejí, con Jorge Mistral como protagonista.
Otro que también existió fue el cine de verano de la calle del Camino de la Estación en el molino de aceite de Don Justo. Varios árboles de aquellos que decíamos de madroños casi centenarios hacían guardia frente a la verja del molino, a los que creo que se les conocen como plátanos de indias. Una de las películas que yo recuerdo que vi en el cine aquél fue La Herida Luminosa siendo protagonista Amparo Rivelles. En este cine de verano actuó una vez Juan Valderrama, yo lo oí cantar por la parte de atrás del molino que daba a un rastrojo. Esa noche había más gente fuera que dentro.
También el del Moyuelo, otro cine también de verano ubicado donde ahora está la plaza de abastos; tuvo mucho éxito Quo Vadis, (¡Donde vas!), con Robert Taylor. Otro más contemporáneo y asimismo de verano fue el Cine Paseo.  El Árbol del Ahorcado con Gary Cooper, una gran película del oeste  la vi allí por primera vez; recuerdo que su banda sonora amenizaba el ambiente horas antes de su proyección. Llenos copiosos los días de feria sobre todo en este cine. Cuando se acababan las entradas o mejor dicho las sillas, la gente iba a su casa a por una y se las veía entrar con la silla en la mano y el botijo de agua fresca en la otra. Luego a la salida la gente se trasladaba a la plaza a ver la animadora.
El del molino de la familia Malo siempre dispuesto para el día de San Isidro también fue otro de los cines de verano.
El cine Rosales en La Puerta Jaén frente al convento al cual asocio con la película Ama Rosa.
Pero sobre todo cuando hablamos de cine en nuestro pueblo siempre está en nuestra memoria aquél que aunque no fuera el decano, si tenía el rango de ser el más entrañable. Me estoy refiriendo al Risan, que luego al cambiar de dueño cambió de nombre a Rialto y Eslava y no sé si alguno más. Fue mi Cinema Paradiso. No sólo servia de cine sino que en la época de la recolección de la aceituna solían venir “cantaores”, y cupletistas, acompañados de algunas señoritas enseñando todo lo que por aquél entonces nos estaba prohibido alterando con ello el gallinero y de qué manera; se rifaban las butacas delanteras para presenciar el espectáculo. Lo que no suelo recordar y tal vez sea por que nunca lo hubo fue una función de teatro. Lamentable. Para mí éste fue mi cine y mi película para recordar en él Arroz Amargo con Silvana Mangano. La escena bajo el puente dejó huella en mí y quise ya ser adolescente siendo niño. La voz de Paul Anka, con su canción Dyana se expandía por la calle mezclada por las voces de los que vendían avellanas y pipas con las de los gritos de los que pretendían sacar una entrada para la primera los domingos. Luego palmas de tango y patadas en el suelo rugiendo todos a una sola voz aquello “Que lo echen ya”, mientras nos echábamos pelusilla por el cogote que arrancábamos de aquellos rectángulos de tela roja adheridos a la pared que servían para la insonorización, y que luego no parabas de rascarte.
Un día en plena proyección de la película Escuela de Sirenas se cayó al patio de butacas un trozo de techo. Alguien airadamente y desde el gallinero dio la voz de alarma gritando ¡Que se “runde” el cine! Gritos y atropellos buscando la salida. Al final sólo quedó en un susto. En la época de verano se proyectaba en el patio y para entrar al gallinero se hacia por la puerta de atrás.
Todos los cines que he descrito pertenecen al pasado. Nada queda de ellos incluso el Risan, nuestro Cinema Paradiso, éste en la película murió por el fuego, el nuestro por la piqueta. He dicho el nuestro porque era algo nuestro que se debía de haber conservado como otros muchos edificios que aunque no fueran joyas arquitectónicas si encerraban sentimientos y tradiciones pero lo que sí estoy seguro es que vivirán con nosotros mientras haya alguien que como yo los recuerde. Ahora para verlos debemos de preparar la máquina de nuestra memoria y proyectar su película de la manera que  lo estoy haciendo yo. En blanco y negro o en color, Cifesa o la Metro, con No-Do o sin No-Do, con entradas para la primera, la segunda o el matinée ¡Que más da! Lástima de todos aquellos cines hoy desaparecidos.
         Una vez leí que los cines de verano se extinguieron cuando al mismo tiempo desapareció el último pintor de techos de cines de verano.






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