sábado, 24 de marzo de 2012

CAMPIÑA VERDE POR MARZO


         Esta prolongada sequía que padecemos me hace recordar cuando por los meses de marzo y abril de mi niñez y adolescencia,  el verde era el color detonante de aquella campiña torrecampeña, de trigales y de cebadas, además de otros cereales que por estas fechas se solían ya mecer en nuestros campos al compás del viento, al tiempo que multitud de jornaleros con sus camisas blancas salpicaban la campiña peinando las siembras almocafre en mano, arrancando las malas hierbas que proliferaban en los sembrados, entre ellas las avenas locas,  las más difíciles de descubrir por ser una planta esta que se confundia con la del trigo y  la cebada; tan sólo unos pelillos en sus hojas la diferenciaba, por lo que había que ser un gran experto y tener buena vista para descubrirlas.   
         ¡Ay de aquella campiña verde! Aquella campiña que permutó su color por el otro desparramado del olivar. En su recuerdo, y en el de aquellos sacrificados jornaleros me atrevo a escribir:
             

Campiña verde por marzo,

olas de trigos se estrellan
contra barbechos y majanos.
Sobre la sabana verde,
hay pinceladas  de blanco,
son camisas jornaleras
de lienzo moreno sudado,
con bordados de más de un siete
por mil jornales ganados.

 Pisando la escarcha del alba
mientras la siembra aún duerme,
guarda el puchero el cortijo
que hasta la noche no vuelven,
a dormir en sacas de paja
huérfanas de colchas y muelles,
jornaleros comprados en plaza
sin contratos ni papeles.

Encorvadas las cinturas
de la siembra van quitando:
avenas, granillo oveja,
nerdos, amapoles  y jamargos.
Al trigo le hacen cosquillas
mientras lo van arropando
que para julio ha de parir
espigas con mucho grano.

Sesenta trigos han pasado
y yo sigo recordando,
aquellos torrecampeños
que con almocafre en mano,
iban labrando la tierra,
tierra que era del amo,
en aquella campiña verde,
verde por el mes de marzo


             
         Verde campiña, dormida al sol ,verde esperanza... así era la letra de aquella canción de José Guardiola, que yo recuerdo, como recuerdo aquella campiña de nuestro pueblo que el olivar nos robó.

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