martes, 2 de julio de 2013

TORREDELCAMPO, PUEBLO DE TOSTAOS.

        

          A Torredelcampo, siempre se le ha conocido como: el pueblo de los garbanzos tostaos. Esto a nadie debe de sorprender, pero me pregunto, si aún mantiene esta fama después de que no ha habido desde hace muchos años, -al menos yo no tengo referencias- quien se dedique al arte de elaborar este producto torrecampeño, tan característico de una época ya pasada y que en otros lugares lo conocen como torraos.
Ya escribí en una de mis entradas en este blog, de que algunos niños de mi edad, en mis tiempos, pregonaban su desgracia por las calles de nuestro pueblo vendiendo garbanzos tostaos con un esportilla en el brazo, y tal vez por esa leyenda negra de aquellas gentes que por imperiosa necesidad en la España gris de la posguerra se dedicaban a preparar y vender los garbanzos tostaos con el fin de subsistir, sospecho que nadie se dedique ahora este menester, puede que por no revivir escenas de un tiempo ya pasado de penurias y sufrimientos.
Es posible también que la figura del garbancero desapareciera porque la materia prima, es decir el garbanzo que se cultivaba en nuestro pueblo dejó de sembrarse cuando la campiña murió devorada hace muchos años por el olivar. Yo estoy seguro de que muchos jóvenes torrecampeños no habrán visto nunca una mata de garbanzos, pero serán pocos los de mi edad que no hayan participado alguna vez en el cultivo o en la recolección de esta leguminosa.
Se sembraba por el mes de marzo y se cosechaba a últimos de julio o primeros de agosto. El trabajo más duro era el arrancar las matas cuando el garbanzo estaba granado. Las manos tiernas, sensibles, y sin callosidades de aquellos que sin tener edad como yo sí teníamos como postulado ayudar a la familia, sufríamos las consecuencias cuando las ampollas aparecían en nuestras delicadas manos; el dolor de estas heridas se acentuaba aún más con el escozor cuando se impregnaban con las vellosidades pegajosas de la planta, a lo que  llamábamos salitre.
El garbanzo siempre ha tenido mala fama por ser alimento de los pobres. Yo no estoy de acuerdo en esto último pues el cocido sigue estando en todas las mesas, y aquí en Madrid es uno de los platos típicos más solicitados. También fue uno de los alimentos por excelencia en los cortijos pues el potaje de garbanzos por las noches llenaba y calentaba el estómago de los jornaleros. A propósito... ¡Pero qué ricos estaban aquellos potajes cocidos en la lumbre en pucheros de barro!
Pero aunque el garbanzo no se cultive ahora en nuestro pueblo y si bien la materia prima la tuviéramos que comprar en las zonas donde ahora se producen, los tostaos deberían de ser como fue por aquél entonces el producto más característico torrecampeño, elaborados como lo hacían aquellos que se dedicaban en nuestro pueblo a esta labor.
 No quiero pasar por alto la figura de los garbanceros, aquellos que con los garbanzos a veces aún calientes iban con la esportilla al brazo pregonando los tostaos por las calles, al canto de: lo cambio y lo vendo.
La tendencia muy acentuada en nuestro pueblo hacia el rechazo de que todo lo viejo es malo nos ha llevado a olvidar y a no conservar cosas del pasado, y un pueblo sin pasado es un pueblo sin historia.
Ojala que los tostaos y el garbancero reaparezcan algún día en nuestro pueblo como algo que  nos sirvió para ser las señas de identidad de Torredelcampo. Aquí en Madrid, veo a los barquilleros que simbolizan al Madrid más castizo. Estos no faltan en las verbenas y en los sitios madrileños más concurridos.
En el Diario Jaén siendo yo niño, apareció un día una viñeta con los americanos en la Luna y un torrecampeño en el horizonte gritando: ¡Tostaos!
Ya estábamos allí, cuando ellos llegaron. Así pues, ¿éramos o no conocidos los torrecampeños por los garbanzos tostaos?
Espero, y deseo ver al garbancero por nuestras calles algún día pregonando no su infortunio como antaño, sino, por aquello por lo que los torrecampeños fuimos conocidos en una época ya pasada: por los garbanzos tostaos.   


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